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Emigrando a Canadá. Capítulo VII. Sutiles diferencias




Canadá es completamente diferente a España y estas diferencias en algunos casos son sutiles y en otros no tanto. La primera diferencia es como están distribuidas las ciudades, al menos en Edmonton puesto que lo que predominan son las casas y no los edificios lo cual afecta en el modo de vida directamente. Por ejemplo, si la mayoría de edificaciones son casas individuales no pueden existir bajos comerciales a los que ir de compras, con lo cual no se encuentra mucha gente por las calles, mas bien todo lo contrario, hasta el punto de preguntarse dónde se mete todo el mundo en esta ciudad. Para obtener la repuesta solamente has de acercarte a los centros comerciales.

Otra de las diferencias es el ritmo de vida. No he visto a nadie con prisa por el momento (y de eso que se pasan todo el día bebiendo café) y hay que tener en cuenta que nosotros provenimos de Galicia, de una pequeña ciudad como Santiago, donde el ritmo de vida es sumamente pausado y aun con todo esta ciudad no deja de sorprendernos en este aspecto. Como ejemplo, comentaré que el otro día en el supermercado se formó una cola importante a la hora de pagar y cuando hablo de esto, me refiero a que no he visto nunca una cola tan grande en mi vida en España (y lo digo con conocimiento de causa puesto que he trabajado más de un año en una gran superficie comercial con una gran afluencia de público). Después de esperar un buen rato en la cola (sin escuchar ni una sola queja por parte de ningún cliente, todo muy cordial y educado), llega nuestra hora de pagar y el cajero nos comienza a preguntar con toda la calma del mundo, sobre nuestra experiencia comprando, si habíamos encontrado todo lo que necesitábamos, que si habíamos tenido un día muy ocupado, y hasta se paró para explicarnos lo que deberíamos hacer para obtener la tarjeta de fidelidad y todo esto como si estuviésemos solos en el supermercado. Realmente no dábamos crédito. Si esto pasa en España la peña de la cola empieza a tirarte botellazos como mínimo y maldicen al cajero a su madre y a toda su familia.

El último punto que me gustaría mencionar hoy son los coches  los cuales son completamente diferentes. Nunca volváis a decir que vuestro coche está sucio en España, aquí son un auténtico cuadro. La nieve blanca es muy bonita, pero hay que tener en cuenta que todo lo que es blanco es muy fácil ensuciarlo y más si es capaz de cambiar de estado físico. La nieve cuando es pisoteada y machacada por cientos de ruedas y pies se transforma en una masa marrón que ensucia todo aquello que toca, de hecho no solamente afecta a los coches, si no que por supuesto afecta al calzado y ropa. Si sumamos la nieve que se acumula en los bajos del coche, junto con la sal que esparcen por las calzadas y la nieve que cae por encima de los vehículos el resultado es un armatroste (aquí la mayoría de los coches son inmensos) de 4 ruedas oxidado, marrón y con suerte de una sola pieza, puesto que como os podéis imaginar la nieve conduce al hielo, el hielo a los patinazos y los patinazos a los ostiazos en coche, con lo cual es muy normal ver por aquí automóviles sin defensa o con abolladuras de tercer grado.






Juntando el primer y segundo párrafo os comentaré que los coches paran siempre a los peatones, cruces por donde cruces y por supuesto es muy raro escuchar el claxon de algún coche y no así los continuos derrapes.




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